domingo, 8 de agosto de 2010

VIDA POR SU MUERTE: PROLOGO

Este es un extracto de la introducción al discurso por el Dr. J.I. Packer al libro originalmente titulado “La Muerte de la Muerte, en la Muerte de Cristo”. Actualmente este libro resumido en español lleva el título “Vida Por Su Muerte”. Esta introducción fue incluida en la edición del libro publicada por El Estandarte de la Verdad en 1959: “La muerte de la Muerte, en la muerte de Cristo” es una obra polémica diseñada para demostrar entre otras cosas, que la doctrina de la expiación universal no tiene fundamento escritural y es destructiva al evangelio.

Por lo tanto es posible que este libro no sea de interés para muchos. Aquellos que no ven ninguna necesidad para una pureza doctrinal y no tienen tiempo para los debates teológicos que ponen de manifiesto las divisiones entre los así llamados evangélicos, les disgustará la publicación de este libro. Quizás aún el sonido mismo del tema de J. Owen les ofenderá tanto, que se negarán a leerlo.

Los prejuicios son una cosa que apasiona y somos todos muy orgullosos de nuestras propias creencias teológicas. Sin embargo, es de esperarse que la publicación de este libro encuentre lectores con una actitud más abierta. Hoy en día hay evidencias del surgimiento de un nuevo interés por la teología de la Biblia, una nueva disposición a examinar las tradiciones, a escudriñar las escrituras y a pensar profundamente acerca de la fe. Es a aquellos que comparten esta disposición a quienes ofrecemos esta edición del tratado del Dr. Owen. Creemos que nos será útil para una de las tareas más urgentes que el cristianismo evangélico enfrenta hoy en día, es a saber, la recuperación del evangelio. Este último comentario puede sorprender a muchos, pero parece que los hechos lo confirman.

No hay duda de que hoy en día el cristianismo evangélico está en un estado de perplejidad y turbación. En muchos asuntos hay evidencia de descontento con las cosas tal como están y confusión acerca de cual camino se debe seguir. Esta incertidumbre se ve en las siguientes cosas: la práctica del evangelismo, la enseñanza acerca de la santificación, la edificación de la vida de la iglesia local, la manera correcta para tratar con las almas y el ejercicio de la disciplina. Este es un fenómeno complejo en el cual muchos factores han contribuido. No obstante, al ir a la raíz del asunto, descubrimos que a fin de cuentas la incertidumbre se debe a que se ha perdido el evangelio verdadero. Durante los últimos cien años, sin darnos cuenta, hemos aceptado a cambio del evangelio verdadero, un producto sustituto el cual aunque parezca semejante al original en muchos aspectos, sin embargo la realidad es que es algo completamente distinto. De aquí surgen nuestros problemas, porque el producto sustituto no logra los fines para los cuales el evangelio verdadero se mostró tan poderoso en días pasados. El nuevo evangelio sobresale en su fracaso para producir reverencia profunda, arrepentimiento genuino, humildad sincera, un espíritu de adoración y una preocupación adecuada por la iglesia. ¿Por qué? Sugerimos que la razón descansa en el propio carácter y contenido de este nuevo mensaje. Falla en no hacer al hombre teocéntrico en sus pensamientos y temeroso de Dios en su corazón. Porque este no es el propósito principal que el nuevo mensaje pretende lograr. Una manera para aclarar la diferencia entre el nuevo y el viejo evangelio es señalando que el nuevo se preocupa básicamente por el bienestar del hombre, habla de proporcionarle paz, comodidad, felicidad, satisfacción y se ocupa muy poco de la gloria de Dios. El viejo evangelio también fue de “ayuda” para el hombre, en realidad de más ayuda que el nuevo, pero no en forma directa sino indirectamente, porque su primera preocupación ha sido siempre la gloria de Dios. Siempre ha sido esencialmente la proclamación de la soberanía divina en misericordia y juicio, una exhortación para postrarse y adorar al Dios Todopoderoso de quien los hombres dependen para todo bien, tanto en lo material como en lo espiritual. Su punto de referencia ha sido siempre Dios. Pero en el nuevo evangelio el punto de referencia es el hombre. Todo esto significa simplemente que el viejo evangelio fue religioso en una forma que el nuevo no lo es. La meta principal del viejo fue enseñarles a los hombres a adorar a Dios, pero la preocupación del nuevo parece ser limitada a conseguir que los hombres se sientan mejor. El tema principal del antiguo evangelio fue Dios y su trato con los hombres, el tema del nuevo es el hombre y la ayuda que Dios le puede brindar. Entre estos dos hay un mundo de diferencia. La perspectiva entera y el énfasis de la predicación evangelística fueron cambiados.

De este cambio de énfasis ha surgido un cambio de contenido. El nuevo evangelio en realidad ha reformulado el mensaje bíblico con el supuesto propósito de ser de más “ayuda”. Por consiguiente los temas de la incapacidad humana, la elección soberana de Dios como la causa primaria de la salvación, y la muerte de Cristo como un sustituto por las ovejas (la redención limitada) ya no son predicados. Muchos dicen que estas doctrinas no son de “ayuda”, puesto que podrían conducir a los pecadores a desesperarse al sugerir que no está en su propio poder salvarse. (La posibilidad de que dicha desesperación sea saludable no es tomada en cuenta y es dado por hecho que no lo es, porque acaba con la autosuficiencia y autoestima del hombre.) Sea como fuera, el resultado de la omisión de estas doctrinas es que se predica solamente una parte del evangelio bíblico como si fuera el evangelio completo. Una media verdad disfrazada como la verdad completa en realidad se convierte en una mentira. Así pues, los predicadores modernos apelan a los hombres como si ellos tuviesen la capacidad de recibir a Cristo en cualquier momento; hablan de la obra redentora de Cristo como si no lograra más que una posibilidad de salvarnos a nosotros mismos si creemos; hablan del amor de Dios como si no fuera más que una disposición general de recibir a cualquiera que se convierta y confíe; pintan al Padre y al Hijo no como soberanos en la obra de atraer a los pecadores, sino como impotentes esperando a que se les abra la puerta del corazón humano. Es innegable que esta es la manera en que muchos predican hoy en día, quizás eso sea lo que realmente crean. Pero es necesario hacer hincapié que este grupo de distorsionadas medias verdades, no es el evangelio verdadero. Si nosotros predicamos en esta forma, la Escritura está en contra nuestra. El hecho de que tal predicación haya llegado a ser la norma practicada hoy en día por la mayoría, demuestra que tan urgente es un examen de este asunto. Recuperar el antiguo, auténtico evangelio bíblico y alinear nuestra predicación y práctica a el, quizás sea la necesidad más apremiante. Es precisamente en este punto que el presente tratado del Dr. Owen sobre la redención nos puede ser de mucha ayuda.”

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