martes, 20 de enero de 2015

El deseo de complacer a la congregación ha causado que muchos predicadores tuerzan las Escrituras

Para estar de acuerdo con lo que se acaba de decir, instamos por un enfoque imparcial, un corazón honesto y un espíritu de fidelidad por parte del intérprete.

“Nada puede ser obtenido del texto sino lo que es proporcionado por la explicación razonable y gramatical de lo redactado” (P. Fairbaim) Es fácil estar de acuerdo con esta sentencia, pero a menudo es difícil ponerlo en práctica.

Una disminución personal de lo que condena al predicador, un prejuicio sectario de la mente, un deseo de agradar a los oyentes, han causado que no pocos evadan la fuerza llana de ciertos pasajes, y de imponer sobre ellos significados que están bastante alejados de su sentido original. Martín Lutero dijo: “No debemos hacer que la Palabra de Dios diga lo que nosotros deseamos. No debemos cambiarla, sino permitir que ella nos cambie y darle el honor de ser mejor de lo que podemos hacer” Cualquier otra cosa que aquello, es altamente reprochable. Debemos tener gran cuidado de no exponer nuestros propios pensamientos en lugar de los de Dios. Nada debe ser mas reprochable para un hombre que profesa estar declarando un “Así dice el Señor” cuando aquel simplemente está expresando sus propios pensamientos. Sin embargo, ¿Quién, sin darse cuenta, no lo ha hecho?

Arthur W. Pink - Interpretation of the Scriptures

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