jueves, 14 de mayo de 2015

Discipulando a un incrédulo: el camino seguro al infierno

No puede haber salvación si el pecador no ha pasado por la experiencia de la conversión. Esta es una verdad que nosotros podemos afirmar con nuestras mentes y nadie puede decir lo contrario. Lamentablemente, en la vida práctica, por el desconocimiento de lo que es la doctrina de la conversión, se observa que existe un “discipulado a personas que son incrédulas” pero que, de alguna manera, han sido añadidos a las filas de alguna iglesia agrupación local.

¿Cómo puede ser que un incrédulo esté siendo discipulado si no ha sufrido conversión?

Bueno, la respuesta es que son muchas las ‘agrupaciones’ que consideran que la conversión ha sucedido cuando ocurren algunas (o todas) estas circunstancias:
  1. La persona hizo la oración del pecador.

  2. La persona ha llegado a obtener conocimiento doctrinal.

  3. La persona congrega con nosotros algún tiempo de manera frecuente.

  4. La persona hace “cosas religiosas” como también lo hacen el resto de la ‘agrupación’
Asumir estas acciones como la evidencia segura de la conversión de un pecador, y discipularlo sin que haya sido regenerado, es probablemente el camino común de nuestros días hacia la condenación eterna.

¿Por qué es peligroso discipular a un incrédulo?

El Señor Jesús dijo:
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Mateo 28:19-20 (cursivas y subrayado añadido)
Enseñarle a un incrédulo a que “guarde las cosas que el Señor ha mandado”; es enseñarle a actuar como un cristiano sin que lo sea. Practicar el cristianismo no salva, no lleva a ninguna persona hacia el cielo; no importa que tan estricto sea el incrédulo con su ‘práctica’ del cristianismo: si no nace de nuevo, no puede entrar al reino de Dios.

En algunos casos, aquel ‘discipulado’ al que se somete al incrédulo, es hecho más riguroso por las denominaciones y sectas que enseñan salvación por obras. Ellos añaden más ‘cargas’ que no se encuentran en la misma Escritura, sumando las tradiciones de los hombres hasta llegar a un “duro trato del cuerpo” (Col 2:23), haciéndoles creer que solamente de esa manera se manifiesta una verdadera conversión.

La visión opuesta la podemos encontrar en otras ‘agrupaciones’ donde el discipulado al incrédulo consiste en ‘Cristo nos hizo libre de la Ley’; es decir, cualquier intento, o insinuación, que debería haber una separación del pecado, un rompimiento con el mundo y una transformación de vida; es considerada como ‘añadir obras a la gracia salvadora’; esta manera de pensar es implantada, por medio del discipulado, en el pensamiento de aquel que no ha nacido de nuevo. Se les dice que las únicas ‘acciones cristianas’ que ellos deben desarrollar es la lectura de la Biblia, la oración regular y asistir a los cultos.

Enseñarle a un incrédulo a que realice una ‘actuación cristiana’ (como una marca de haber sido convertido) es como ponerle una vacuna en contra de la salvación verdadera; porque tal persona nunca buscará el arrepentimiento para con Dios ni la fe hacia el Señor Jesús. Al enseñarle a tal persona que actúe como cristiano en algunas áreas de sus vida, el incrédulo terminará convencido que ‘es’ cristiano y que no necesita escuchar las buenas noticias de salvación.

El evangelio se convierte en una burla para un incrédulo que viene siendo discipulado.

Ellos pensarán solamente que si no cambian ciertos hábitos en sus propias vidas, podrían terminar en la condenación eterna; y por tal motivo se esfuerzan por aferrarse a las reglas cristianas, que algunas veces llevan el ingrediente de la tradición humana, para escapar del infierno eterno.

El evangelio debe ser proclamado

El evangelio que se proclama a los pecadores no debe de encasillarse en unos cuantos ingredientes o pasos que el pecador tiene que ‘hacer’ para poder conseguir la salvación de su alma.

Quienes predicamos el evangelio no debemos decirles a las personas que deben ‘hacer algo religioso’. Pablo le dijo al carcelero de Filipos: “cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” ¿Le estaba dando el apóstol algunas instrucciones (o pasos) a este pecador para que pueda salvar su propia alma?; ¿fue así como lo percibió el carcelero? (si el carcelero lo percibió de esa manera, entonces él debe haber dicho: ¡esto es más fácil de lo que yo había pensado!)

La fe de la que habla Pablo no era una ‘acción’ que debía realizar el carcelero; sino que la fe genuina tenía que producir ciertas acciones internas y externas en este pecador, así como en cualquier pecador del pasado, presente y futuro. La fe es un acto de Dios que es creado por Cristo y aplicado al pecador por el Espíritu Santo.

El propósito del evangelio no es invitar a las personas para que actúen como cristianas, o que hagan acciones religiosas. El propósito del evangelio es traer el poder de la conversión a las almas pecadoras por una obra sobrenatural divina en el alma pecadora.

Debemos asegurarnos que la persona tenga las señales de una conversión verdadera antes de aceptarla en la membresía y comenzar a discipularla; de lo contrario, estaríamos dándole una ayuda al diablo mismo.

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