domingo, 1 de octubre de 2017

¡La iglesia no es una Democracia!: Cristo es la Cabeza, la membrecía de la Iglesia no lo es


Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. 15Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco.
(Apocalipsis 2:14-15) 

Estamos haciendo una serie muy corta de exposiciones relacionadas con la doctrina de Cristo como la Cabeza de la iglesia.

Como Bautistas creemos en la autonomía de cada iglesia local bajo Cristo como Cabeza de la misma; es decir, Cristo es el Único quien tiene autoridad, poder y control sobre la iglesia local. De esta VERDAD escritural, se desprenden muchos principios, dentro de los cuales podemos enumerar los siguientes:

En primer lugar, es Cristo quien gobierna en la iglesia local; por lo tanto, Él es quien manda, Él es quien rige, Él es quien guía, Él es quien dirige en todos los asuntos relacionados con ella por medio de la Biblia.

En Segundo lugar, cualquier forma de gobierno que de preeminencia a hombre, sea un oficial de la iglesia o un miembro de ella, o a un grupo dentro de ella, es anti bíblico. Por ello, cuando en la práctica sucede esto, se ha decapitado aquella congregación separándola de Cristo como su Cabeza y estableciendo el consejo del hombre para dirigirla; en consecuencia, deja de ser una iglesia cristiana.

Todo aquel que dice ser cristiano, debe reconocer a Cristo como Aquel quien gobierna Su iglesia por medio de Su Palabra escrita, fielmente interpretada y aplicada.

La Iglesia es una Teocracia

Dijimos que la iglesia es una teocracia ¿Qué significa esta palabra que no se encuentra en las Sagradas Escrituras?

La definición de la palabra “teocracia”, que ya hemos dicho no se encuentra en la Biblia como tal, este término apareció por primera vez cuando el historiador judío Flavio Josefo escribe contra Apión; la Enciclopedia Rialp dice de ello:
«violentando el idioma», dice él mismo, para distinguir el régimen político-religioso judío de los otros coetáneos (monarquía, oligarquía, democracia, etc., conforme a la clasificación típica de Platón, Aristóteles, Polibio, Cicerón, etc.; V. GOBIERNO III). «Nuestro legislador -añade- no se fijó en ninguno de esos sistemas de gobierno sino que... instituyó la teocracia, situando en Dios el poder y la fuerza»;
La Escritura del Antiguo Testamento nos enseña que, en esta forma de gobierno teocrático, se coloca a Dios como el que gobierna a su pueblo hebreo, por medio de Su siervo Moisés.

Lo que la Biblia enseña de manera clara y contundente, siguiendo el concepto de una Teocracia, es que una iglesia no puede tener una vida independiente de la Ley Moral de Dios, ni de los mandamientos ordenados para la iglesia en el Nuevo Testamento, ni separada de los principios morales enseñados en el Antiguo Testamento; si una comunidad vive de esa forma; entonces ha dejado de ser una iglesia de Cristo, porque el Señor ha dejado de ser su Cabeza.

La Persona de Cristo no puede ser separada de los mandamientos y los principios establecidos por Él mismo. Lo que quiero decir es que si Cristo es el Rey Soberano, la Cabeza de la iglesia, entonces Él gobierna sobre ella por medio de Su Palabra escrita.

Cristo es el Pastor de la iglesia, pero también vemos que las Sagradas Escrituras enseñan de un pastorado que se lleva a cabo en la iglesia, el pastorado de Cristo por medio de los ancianos:
Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. (Hechos 20:28)
Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. (1 Pedro 5:2,3) 
Vamos a tratar este asunto del oficio de pastor como “siervo de Dios” en la iglesia local con un poco mas de amplitud que en la enseñanza anterior, donde afirmamos que los pastores no son la cabeza de la iglesia local; pero quisiera que veamos también el otro lado en este asunto, y es la idea de que “la membrecía” es la cabeza de la iglesia; es decir, en nuestros días se ha llegado a pensar que los miembros de una iglesia local son los que deben decidir todos los asuntos que le corresponden a ella por medio de una “votación democrática” donde “la mayoría es la que manda”: un creyente bíblico debe rechazar esa idea, porque la Biblia no enseña eso; sin embargo, este es el pensamiento que se ha establecido como  práctica en algunas congregaciones Bautistas (aun en las que se autodenominan “confesionales” – porque no conocen la Confesión), de tal manera que los destinos de la iglesia son aprobados, o desaprobados, por “la mayoría de las ovejas”. Esta es la necedad más necia que he podido escuchar.

Definición de la Iglesia

Me parece necesario que comencemos haciendo una definición de lo que es una iglesia; para ello, usaré el primer párrafo, del capítulo 26, de la Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689, seguida de una breve explicación:
La iglesia católica o universal, que (con respecto a la obra interna del Espíritu y la verdad de la gracia) puede llamarse invisible, se compone del número completo de los electos que han sido, son o serán reunidos en uno bajo Cristo, su cabeza; y es la esposa, el cuerpo, la plenitud de aquel que llena todo en todos.
Es evidente que nuestros padres Bautistas no siguieron a los teólogos de Westminster en cuanto a la Doctrina de la Iglesia, se puede advertir que ellos adicionaron las palabras: “que (con respecto a la obra interna del Espíritu y la verdad de la gracia) puede llamarse invisible”; y lo hacen con la intensión de clarificar lo que significan las palabras “iglesia invisible”

La iglesia del Señor Jesucristo, es “invisible” en el sentido en que la obra interna de gracia efectuada por el Espíritu Santo, por medio de la cual un pecador es salvado y unido a Cristo: es invisible.- no se puede ver con nuestros ojos carnales; solamente en ese sentido lo es, ya que la iglesia es “visible” en el mundo.

En su comentario a la Confesión de Westminster, Archibal Alexander Hodge, escribe lo siguiente en cuanto a la “iglesia invisible”
Sin embargo, a esta Iglesia se le llama invisible—(a) porque las partes de ella en cada lugar o tiempo visible son sumamente pequeñas comparadas con el cuerpo, como un todo en su plenitud formado de los santos de todas las naciones y tiempos, y—(b) — porque aun en las secciones de este cuerpo visible para nosotros, su bosquejo es incierto. Muchos que parecen miembros de ella en realidad no lo son, y muchos que verdaderamente pertenecen a ella, su relación no nos es manifiesta. Los ojos humanos no pueden marcar con seguridad los límites entre la Iglesia y el mundo. Entre tanto, la verdadera Iglesia no está todavía perfectamente desarrollada y manifestada, sino se oculta tras la iglesia aparente, como el grano de la semilla que crece oculto dentro de la espiga, y en este sentido es invisible, porque lo que constituye la esencia de esta Iglesia no es la profesión y fruto visible, sino la posesión invisible de la vida divina; de la que proceden la profesión y el fruto.
Es importante notar las palabras de Hodge cuando afirma: “Muchos que parecen miembros de ella (la iglesia de Cristo) en realidad no lo son, [es decir: ellos ya fueron recibidos como miembros en la iglesia local visible por la apariencia de una profesión verdadera de fe]; y muchos que verdaderamente pertenecen a ella, su relación no nos es manifiesta [es posible que la gracia salvífica un no haya sido aplicada al escogido que se encuentra aun muerto en sus delitos y pecados, pero también pienso en la regeneración alargada del puritano William Perkins]”; entonces, si muchos que parecen miembros de la iglesia del Señor no lo son en realidad, ¿Cómo puede encajar “la votación democrática” - de aquellos que están en la iglesia visible, pero no pertenecen a la iglesia invisible - para tratar asuntos relacionados con la moral, la justicia y la disciplina dentro de la iglesia? Esto es importante mantener en nuestras mentes a lo largo de este breve artículo; y no nos olvidemos incluir dentro de esta “iglesia invisible” a los pastores y a los diáconos, ellos también son “ovejas” ejerciendo un oficio bíblico.

La iglesia universal está compuesta del número de los electos, pero nosotros no podemos conocer con plena certeza quiénes son los electos, y quiénes no lo son; de allí que las Sagradas Escrituras nos dicen claramente que “el Señor conoce a los suyos…” (2Ti 2:14); Él es quien discierne infaliblemente el corazón de los hombres.

De la membrecía de la Iglesia

Todos los que han sido escogidos desde antes de la fundación del mundo; todos y cada uno de ellos, serán unidos a Cristo, quien es la Cabeza de la Iglesia.

Sin embargo, las Escrituras nos hablan de iglesias locales visibles, a las cuales deben unirse todos los santos visibles. El Segundo párrafo de nuestra Confesión de 1689 declara lo siguiente:
Todos en todo el mundo que profesan la fe del evangelio y obediencia a Dios por Cristo conforme al mismo, que no destruyen su propia profesión mediante errores fundamentales o conductas impías, son y pueden ser llamados santos visibles; y de tales deben estar compuestas todas las congregaciones locales.
Es evidente, en lo vamos leyendo, que una persona que tiene una conducta impía, mundana, liberal y antinomiana: ha destruido su profesión de fe de labios; y los tales no podrían ser llamados “santos visibles”; pero sabemos que existen congregaciones que admiten en su membrecía oficial a personas con tales características profanas y ello debido muchas veces a “su inteligencia teológica”, “sus títulos académicos de seminarios reformados”; es decir, vivimos en días en que se ha elevado a la categoría de “regenerado” a aquella persona que, aunque exhibe fruto malo, tiene credenciales académicas reformadas.

Debemos reconocer también que “aquellos quienes han destruido su propia profesión de fe”, con tales frutos espirituales malos, se hacen también pastores y diáconos; entonces, si una congregación está conformada por personas cuyo fruto espiritual no es bueno: ¿Cómo se puede convocar a los tales a las “votaciones democráticas” en una iglesia visible local?; ¿Cómo podría votar el chismoso, el de lengua mentirosa, el engañador, el altivo, el testigo falso?; ¿Cómo sería el “voto democrático” de aquellos quienes tienen un corazón que maquina planes perversos? Y la pregunta más importante sería la siguiente ¿A dónde llevaría el “voto democrático” de los tales a la iglesia local de la cual ellos son miembros oficiales?

La Biblia, la historia y la experiencia nos han enseñado de aquellos quienes tienen apariencia de piedad, cuando se acercan a una congregación para solicitar la membrecía oficial en ella, tales personas ocultan las maldades de sus corazones al principio; pero poco a poco, luego, se van haciendo evidentes después de haber sido recibidos como miembros. La Escritura no falla cuando dice: “Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después” (1Ti 5:24) – Bueno, mis preguntas continúan.- ¿será sabio llamar a la “votación democrática” a los miembros, incluidos pastores y diáconos, cuyos pecados son evidentes dentro de la congregación?

La pregunta más importante: ¿Dónde se enseña en la Biblia de una votación democrática de las ovejas miembros de una iglesia?

¿Qué pasa cuando la iglesia tiene una membrecía mixta: regenerados y no-regenerados?

En nuestro estudio anterior vimos el caso del pastor Jonathan Edwards, quien fuera expulsado por las ovejas de su iglesia cuando él se opuso a que pasen la cena del Señor aquellos quienes habían “destruido su profesión de fe con conductas impías”. La votación fue 90% para que se expulsara al pastor y 10% en apoyo a su decisión bíblica.

Este es un riesgo muy alto cuando se permiten dentro de la membrecía de la iglesia a profesantes que no demuestran la obra espiritual de la regeneración. Podemos citar aquí a los llamados “cristianos carnales” del lado arminiano, y a los “cristianos anti-Señorío”, liberales, mundanos y antinomianos del ala reformada.

Ni siquiera aquellos quienes creemos en una membrecía regenerada, podemos ser infalibles en la admisión de un profesante en la familia de una iglesia local como miembro. Solamente Dios conoce a los Suyos; y aunque procuramos tener cuidado en ello, podemos equivocarnos al momento de evaluar al candidato y pueden “colarse” dentro de una iglesia calvinista histórica, aquellos cuyos sentimientos se inclinan con el nuevo calvinismo, pueden introducirse personas cuyos corazones aborrecen la Ley Moral de Dios, así como personas cuyo celo de obediencia no es evangélico, sino más bien un celo farisaico.

El pasaje citado al inicio de nuestro estudio dice:
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. 15Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. (Apocalipsis 2:14-15)
Aquí el Señor le habla al pastor de la iglesia en Pérgamo, y le reprocha el hecho de que en su membrecía tenga personas que 1) retienen la doctrina de Balaam y 2) retienen la doctrina de los nicolaítas.

Balaam había fallado en maldecir al pueblo israelita y el resultado de esto fue que ya no recibiría el pago por su maldad; sin embargo, obtiene el pago de Balac al aconsejarle que corrompiera la moral de los israelitas y así romper su unidad con Jehová Dios. La doctrina de Balaam es aquella que aconseja engañosamente a los miembros de una iglesia para que vivan una vida incompatible con la vida que Cristo demanda de los suyos: santidad-separación, rectitud y justicia. Balaam aconsejó a Balac en el sentido en que los israelitas se emparejen con las mujeres moabitas, una unidad aborrecible para Dios; de igual forma en nuestros días vemos una aplicación de la doctrina de Balaam cuando se anima al pueblo de Dios para que se unan con los católicos romanos para una lucha en común.

En cuanto a la doctrina de los Nicolaítas, los comentaristas afirman que: “Los Nicolaítas aparentemente promulgaron principios similares, y en su orgullosa y rica ciudad estaban dispuestos a admitir la ortodoxia de la doctrina, siempre y cuando se combinara con una laxitud moral” (F.B. Meyer). Los Nicolaítas de nuestros días serian aquellos quienes “exigen la afirmación de las doctrinas de la gracia”, combinadas con licor, tabaco, música mundana, marihuana, homosexualidad, etc.

Vemos que el pastor de la iglesia en Pérgamo tenía estas “ovejas” dentro de su membrecía, ¿Cómo corregir aquello que Cristo le había pedido?; ¿debía el pastor convocar a una “votación democrática” para debatir el mandamiento del Señor?; ¿Qué hubiesen votado los Balaamitas y los Nicolaitas?

Los deberes del pastor de la iglesia local

El pastor debe gobernar o vigilar la iglesia un pastor gobierna por medio de la enseñanza de la Palabra de Dios, por medio de su propio ejemplo y por medio de amonestar a aquellos quienes necesitan dirección y guía.
Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso. (Hebreos 13:17)
La sujeción a la que una oveja es llamada a obedecer, comienza por la llenura del Espíritu Santo según la enseñanza de la Escritura en Efesios 5:18 y ss. En ese sentido: si no hay llenura del Espíritu, entonces no hay sujeción a nadie.

La tarea de “amonestar” es una parte del ministerio pastoral bíblico; el problema es que son pocos los que permiten ser amonestados cuando necesitan serlo, y esto se observa más en aquellos quienes practican una obediencia farisaica.

Pero la instrucción del Señor no es la de amonestar a los Baalamitas y a los Nicolaitas; sino que es una completamente diferente, como vamos a verlo dentro de un momento.

Otra tarea del pastor es la de proteger al rebaño por medio de señalar el error y censurando a aquellos quienes introducen tales errores. Esto no es muy popular en medio de una generación que ha hecho a los predicadores famosos sus ídolos de carne y hueso. Sobre todo cuando el diablo ha tenido éxito al hacerle creer a los jóvenes de hoy que “cualquier maestro que afirme las doctrinas de la gracia, es un maestro intocable, aun cuando conduzca al error o a la impiedad con sus otras enseñanzas” ¿Cómo sería la votación democrática de una membrecía que ha hecho del hombre un ídolo?

El pastor debe ser un hombre de oración, y seguramente procurará saber si los miembros de la iglesia son cristianos que oran al Señor. La oración se ha colocado debajo del aprendizaje teológico; entonces, cuando el pastor indaga sobre la vida de oración de los miembros de la iglesia, causará la incomodidad y el fastidio de los “miembros intelectuales que oran insuficientemente” ¿Cómo sería la votación democrática de una membrecía que ora poco (o nada)?

El pastor es un administrador de las ordenanzas de Cristo, como en el caso del pastor Jonathan Edwards, quien no permitió que hombres no-regenerados tengan comunión en la cena del Señor, y ya sabemos los resultados de la “votación democrática” de aquellos quienes vieron al pastor Edwards como un enemigo. De 253 miembros, solamente 23 votaron a favor de Edwards, mientras que 230 en contra.

Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo

¿Cómo debería de actuar un pastor si tuviera una iglesia como la Pérgamo?

Bueno, lo primero que debemos decir es que la Biblia nos dice que Dios no se agrada de tales iglesias y demanda una acción al pastor de ella. Claro que también debemos creer que han habido, hay, y habrán ministros que prefieren tapar sus oídos para no oír, tapar sus ojos para no ver y tapar sus bocas para no hablar; movidos por los intereses personales de ambición y éxito “ministerial” antes que obedecer la voz de Dios sobre aquella membrecía cuyas obras son comparables con las obras de las tinieblas.

Jonathan Edwards podía haber perdido el 90% de la membrecía en su iglesia local, lo cual en estos días sería considerado como un fracaso ministerial. Para muchos es mejor “mantener a tales miembros con la esperanza que la predicación los regenere un día” ¡Cuantos hemos caído en este pensamiento mentiroso!; es igual a la excusa diabólica de un creyente para casarse con un incrédulo con la esperanza de convertirlo al Señor en algún día. Eso es mentira porque lo sano no cura lo enfermo, sino al revés: lo enfermo contamina a lo sano.

Antes de la caída del pastor Jonathan Edwards, quien se encontraba en las manos de una membrecía airada, el gran teólogo escribe a John Erskine lo siguiente:
Una dificultad muy grande ha surgido entre mi pueblo, relacionado con las calificaciones para la comunión en la mesa del Señor. Mi honorable abuelo Stoddard, mi antecesor en el ministerio de esta iglesia, mantuvo enérgicamente la Cena del Señor como una ordenanza de conversión, e instó a todos los que no tuviesen una vida escandalosa a venir a ella, aunque cada uno de ellos sabían que no eran convertidos. Anteriormente me conformé con su práctica, pero he tenido dificultades con respecto a ella, las cuales han ido aumentando mucho, hasta que no me atreví más a proceder según esta forma anterior, lo que ha causado gran malestar entre mi gente, y ha llenado todo el país con el escándalo.
El Señor no le da instrucciones al pastor de la iglesia en Pérgamo para que dialogue con los miembros Baalamitas y los Nicolaitas de aquella congregación. El Señor demanda una acción al pastor. Tal vez debemos mirar al Señor con un látigo en la mano limpiando su iglesia echando fuera lo que está podrido y que puede contaminar al resto.

¿Expulsar de la membrecía a aquellos quienes no tienen fruto de justicia y rectitud? ¡Hay un costo en ello! ¡Más aun si los tales son una “mayoría”! ¡Vea usted el ejemplo de Edwards cuyo proceder bíblico había llegado a ser un escándalo en todo el país!

El pastor, después de un tiempo de oración y meditación en las Sagradas Escrituras, debe proceder como la Palabra de Dios dice, sin llamar a una votación democrática, pues esa idea no existe en la Palabra de Dios.

El ejemplo con la iglesia en Corinto

Un caso de inmoralidad juzgado
Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho. 4En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, 5el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. (1Co 5:3-5) 

El apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, nos hace ver la forma en que el pastor (o los pastores) deben proceder en el caso de ofensas graves como una herejía persistente, inmoralidad sexual y una conducta desordenada. Y en este ejemplo de la expulsión de la membrecía de un profesante, notamos lo siguiente: 1) Pablo no ordena la convocatoria de la iglesia para una votación democrática para el caso en cuestión, 2) Pablo no le da a la persona incestuosa una oportunidad para que confiese su pecado y se arrepienta; y, 3) No hay atenuantes que puedan evitar la decisión de separarlo de la iglesia local.

La pregunta pertinente es: ¿Actuamos los pastores de esa manera, en esas circunstancias específicas?; ¿O hacemos una “encuesta” previa para saber el impacto que tal acción podría traer a los sentimientos de los otros miembros?

Creo que el problema que nos impide actuar de la manera en que la Palabra de Dios establece, es que los pastores nos amamos mucho (más de lo que amamos a Cristo), de tal forma que evitamos tomar decisiones que “puedan traernos escándalo en todo el país”, como lo sucedido al pastor Jonathan Edwards. Sí, porque sabemos que el expulsado (quien seguramente se ve como el más santo de todos los santos) iniciará una campaña de desprestigio contra aquel que tome la decisión de expulsarlo de la membrecía, lo cual demuestra más su estado de inconverso por lo siguiente: Primero, porque aunque sabe que su conducta ensucia la cara de Cristo y del evangelio, no le importa en lo absoluto ser la causa para que otros blasfemen del Nombre del Señor. Segundo, porque si amase a Cristo en alguna manera, él mismo pediría ser excluido de la membrecía de la iglesia local y aun suplicar por una restauración, o salvación de su propia alma; y este último paso toma tiempo, ya que se tiene que esperar para ver los frutos de justicia como una prueba que el arrepentimiento fue genuino.

Tal vez podamos dibujar en nuestra mente una reunión entre el pastor de la iglesia en Pérgamo para tratar el asunto de la doctrina Baalamita y la doctrina Nicolaita: ¿De verdad creemos que el pastor debía sentarse a conversar con ellos?, ¿creeremos que Cristo quería que se les dé un ultimátum para que abandonen sus posiciones doctrinales que llevaban al libertinaje y la mundanalidad en la iglesia local?

El costo de aplicar la Palabra de Dios y no la democracia del redil

El que corrige al escarnecedor, atrae sobre sí deshonra, y el que reprende al impío recibe insultos.
(Proverbios 9:7 -LBLA)

Un querido anciano de la iglesia en USA me decía que dentro de 50 años ya no será fácil encontrar una iglesia bíblica. En la actualidad existe una corriente de multitudes, apareciendo cada día, donde las doctrinas ortodoxas son acompañadas con conductas libertinas, impías y mundanas, propias de personas no-regeneradas. Antes parecía que las doctrinas ortodoxas estaban siendo influenciadas por la oscuridad del mundo; hoy el mundo ha adoptado una forma de religión donde la doctrina ortodoxa es el adorno de toda serie de prácticas paganas.

Me comentaba, este querido anciano, que el tamaño de la iglesia de George Whitefield, el predicador del avivamiento de sus días, fue de unos 40 miembros solamente, y que además el gran predicador estaba muy contento con ello. Sin embargo, en nuestros días, hay ministros que estarían contentos con una congregación como la que expulsó a Jonathan Edwards: 253 miembros, 230 no-regenerados y solamente 23 creyentes; y ellos ministrarían de tal forma en que ambas facciones se encuentren satisfechas con el desenvolvimiento ministerial del pastor: la predicación tendría que ser ambigua y en tono de grises; pero ¿agradará esto al Cristo, la Cabeza de la iglesia? Pienso hasta en la horrible posibilidad de que tales ministros prefieran que se retiren los 23 creyentes que son “los perturbadores de la iglesia” para quedarse en paz con los 230 “coolvinistas” quienes, sin lugar a dudas, votarían a favor de la expulsión de los 23 regenerados.

La iglesia no se gobierna por el voto democrático de las ovejas; pero las ovejas reconocerán cuando el pastor actúe de manera bíblica en cada aspecto de su ministerio.

En el año 2001 la Prensa Bautista, de la Convención Bautista del Sur, publicó un artículo titulado “Incrédulos en las Iglesias Bautistas: Una Afrenta a Dios” con el propósito de que los pastores presten atención a lo anti-bíblico de esta práctica y sobre las consecuencias de incluir en la membrecía de las iglesias locales a personas no-regeneradas.

Sobre este mismo tema, el pastor Tom Ascol mencionó un incidente donde 2 pastores fueron quitados de sus puestos “por medio de una votación democrática de aquellas iglesias” donde se incluyeron personas que casi nunca asistían a la iglesia, pero que estaban registradas como parte de la membrecía de aquellas iglesias locales.

Llenar las iglesias con personas bautizadas, pero no-regeneradas, trae consecuencias terribles por los métodos que el no-regenerado utiliza para tratar los problemas eclesiásticos. Cuando un pastor en tal situación intenta establecer los principios bíblicos en medio de aquella membrecía, comenzará una guerra entre el púlpito y las bancas llenadas por personas no-regeneradas. El final de aquella guerra será remover del púlpito a dicho pastor y despedirlo. ¿Aceptaría usted como pastor, pastorear esa clase de membrecía?; ¿Cree usted que pueda haber una solución basada en las Sagradas Escrituras para corregir dicha congregación compuesta por una alta membrecía no-regenerada? Bueno, creo que tal “iglesia” no soportará la sana doctrina y buscará hacerse de un pastor, o maestro, conforme a sus propias concupiscencias (2Ti 4:3)

Para terminar, quisiera mencionar el final de la caída del pastor Jonathan Edwards, después que la iglesia donde fue pastor por poco más de 20 años, lo terminara expulsando, no sin antes llenar todo el país con el escándalo.   

El pastor Jonathan Edwards terminó en el exilio muy al oeste del pueblo de Stockbridge donde intentó, con la ayuda de traductores, ministrar a indios nativos que entendían muy poco de lo que tenía que decir. Fue en ese exilio donde él escribió sus más importantes tratados teológicos.

Poco antes de su muerte, su reputación fue reivindicada por un nombramiento para la presidencia de la Escuela de Nueva Jersey (conocida después como la Universidad de Princeton), pero trágicamente murió de una enfermedad a la semana siguiente de su nombramiento.

Voy a mencionar nuevamente el titulo de esta enseñanza: ¡La iglesia no es una Democracia!: Cristo es la Cabeza, no la membrecía de la Iglesia


Amén

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