jueves, 15 de febrero de 2018

¿Es pecado la atracción por alguien del mismo sexo? ¿O solamente es pecado la conducta homosexual?



[Nota del Editor: Este fragmento es de Richard Phillips, publicado por primera vez en Reformation 21, el blog de la Alianza de Evangélicos Confesionales. Se comparte solo en parte, de acuerdo con el Uso Justo y se proporcionará un enlace a continuación para que pueda leer el resto. Decidimos publicar este artículo, a pesar de que ninguno de los colaboradores de Pulpit & Pen pertenece a la Iglesia Presbiteriana de América (Presbyterian Church of América - PCA), porque se ha hecho un buen trabajo al explicar una discusión que desesperadamente necesita producirse en el evangelicasmo. La Atracción por el Mismo Sexo (AMS) se está convirtiendo rápidamente en una situación normal entre los nuevos calvinistas y en los círculos fuertemente influenciados por The Gospel Coalition y ERLC (Ethics and Religious Liberty Commission – La Comisión para la Libertad Ética y Religiosa), siempre y cuando el individuo de la AMS permanezca célibe. Se está predicando ampliamente que el Espíritu Santo puede dejar que alguien permanezca en la AMS, rebajando la obra del Espíritu Santo en la santificación y robando a las personas la esperanza de la obra de Dios Espíritu en sus vidas. También creemos que "quitar el pecado" a la AMS o crear una clase especial para creyentes de la AMS es el primer paso hacia la aprobación de la conducta homosexual.]

En estos días, parece que casi todas las semanas los medios de comunicación social destapan otra erupción a lo largo de la línea de la falla volcánica de la Iglesia Presbiteriana de América (Presbyterian Church of América - PCA) entre 1) la adaptación social  y 2) la compasión y obediencia bíblica. Esta semana, una conferencia promocionando estrategias para hablar de la AMS ha levantado cabezas y provocado comentarios. Este evento en particular parece ser un intento loable de balancear la tensión: mientras llama por una aceptación compasiva por los cristianos AMS, también hace declaraciones claras en apoyo del matrimonio bíblico y toma una posición en contra del comportamiento homosexual que la mayoría de las personas de nuestra sociedad considerarían fundamentalista. En consecuencia, los conservadores deben abstenerse de trazar las peores implicaciones posibles de lo que parece ser un intento serio y responsable de hablar sobre esta principal ‘piedra angular’ cultural.

Mientras que evitamos la división histérica, podemos notar que una gran interrogante pende sobre el proceso de traer a una condición normal a la AMS como categoría cristiana. Parece que hay un consenso creciente en la Iglesia Presbiteriana de América (Presbyterian Church of América - PCA)  de que podemos y debemos distinguir entre 1) la orientación sexual de una persona y 2) los deseos pecaminosos. Parecería ser que la alternativa es que les digamos a los hombres y mujeres que luchan contra la homosexualidad que lo que consideran parte de lo que son es pecaminoso y (como algunos lo harían) someterlos a tortuosas técnicas de rehabilitación que probablemente incluyen descargas eléctricas. El puente, por lo tanto, entre la compasión y la fidelidad bíblica es abrazar la condición de "homosexual en Cristo" como una categoría normal y saludable y luego ayudar a nuestros hermanos y hermanas LGBTQ a vivir célibemente con estos deseos.

Un problema con esta estrategia motivada por el amor es que ella colapsa bajo el peso de la Escritura. El argumento bíblico en favor de la aceptación de la AMS va como sigue: siempre distinguimos entre deseo y tentación. Un heterosexual puede experimentar sin pecado una atracción hacia un miembro del sexo opuesto sin ceder a la lujuria. Lo mismo debe ser el caso para un homosexual. La orientación no es necesariamente pecaminosa, en tanto que el deseo represente una tentación que debe ser evitada. El asunto clave es la acción final: ¿Cede a la tentación la persona (heterosexual u homosexual) y comete el pecado?

Una primera crítica de esta propuesta hará notar que falla en no aplicar el enfoque ampliamente diferente de la Biblia para la homosexualidad versus la heterosexualidad, solamente uno de ellos puede ser siempre puro. Pero el problema principal es que la Biblia no distingue entre orientación y deseo; en tanto que, en lugar de ello, clasifica el deseo como tentación. Bíblicamente, la tentación es la circunstancia externa que estimula el deseo al pecado. Pero el deseo por el pecado mismo es una expresión de nuestra naturaleza pecaminosa. Las iglesias que creen en la Biblia toman este enfoque virtualmente para todo pecado que no sea la homosexualidad (a menudo se señala que nunca adoptaríamos el enfoque pro-AMS para el racismo, por ejemplo). Un enfoque bíblicamente preciso de la homosexualidad debe, por lo tanto, ser congruente con nuestra comprensión del pecado en general.

Un texto clave es Santiago 1:14-15 “sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia (deseo*) es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia (deseo*), después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (deseo* según la Versión Estándar en Inglés) Note que Santiago no iguala el deseo con la tentación, sino que hace una distinción entre ellos. El deseo es una disposición interna hacia un pecado dado. Como Santiago lo ve, la cuestión clave no es la tentación sino el deseo: hasta que el deseo sea santificado por la gracia de Cristo, la tentación producirá una conducta habituada al pecado. ‘Epithumia’ es la palabra griega traducida como ‘deseo’ e identifica un impulso interno y casi siempre tiene una connotación pecaminosa (vea Romanos 7:7-8, Gálatas 5:17, Colosenses 3: 5, y 1 Tesalonicenses 4:5) Por lo tanto, aislar la orientación del deseo pecaminoso es simplemente contrario a la Escritura.

Teológicamente, la palabra clave es ‘concupiscencia’, la cual nos llega de la teología católica romana. La Vulgata Latina traduce ‘Epithumia’ como ‘concupiscencia’ viéndola como una orientación o disposición previa al pecado. La Reforma Protestante no encontró sustento bíblico para una orientación pura que conduzca al pecado e igualó la concupiscencia con el pecado original. Entonces, como es usualmente el caso, no hemos sido dejados a nosotros mismos para resolver la cuestión de la AMS. Tanto bíblicamente como en la teología reformada, la orientación y el deseo no pueden separarse; están juntos, ellos deben ser limpiados por Cristo y mortificados por el cristiano. (Para importantes artículos en el tema de la concupiscencia vea R. Scott Clark y Derek Thomas – Links al final del presente artículo). Herman Bavinck señaló que el enraizamiento del pecado en la voluntad, además de la naturaleza caída, es el impulso del racionalismo, no de la Biblia. Señaló que bajo el humanismo secular, "la idea básica era siempre que el pecado no está arraigado en una naturaleza y no es una disposición o un estado, sino siempre un acto de la voluntad". En cuanto a cualquier idea de que Dios endosa con aprobación cualquier orientación al pecado, Bavinck respondió lo siguiente:

No solamente la Escritura testifica en contra de este punto de vista, sino que la conciencia moral de todos los humanos se levanta en protesta contra ella. El pecado puede ser lo que sea, pero una cosa es cierta: Dios es el Justo y Santo que lo prohíbe en su ley, atestigua contra ello en la conciencia humana y lo castiga con condenas y juicios.

Esto nos conduce al segundo problema con el intento amoroso de ‘aceptar la AMS’, pero negar una conducta habituada a la homosexualidad: ello choca con la realidad. Si el deseo por el pecado no es mortificado (Col 3:5), entonces producirá una conducta habituada al pecado cada vez que se presente con la tentación. Aquí está el dilema de las bienintencionadas iglesias pro-AMS que van a tener que enfrentar: ¿realmente puedes aceptar el deseo como ‘no-pecaminoso’ y persistir en condenar ‘la conducta habituada’ como pecaminosa?

Para algunas iglesias de hoy, la respuesta es No. De hecho, este es el testimonio de aquellas Iglesias Presbiterianas de América (Presbyterian Church of América - PCA) que han dejado nuestra denominación para comuniones que afirman LGBT. Argumentan que no es amoroso recluir a las personas que no tienen la culpa de su propia atracción por el mismo sexo, a una vida de soledad sin relaciones sexuales y que ya no puede negárseles a ellos para que sean miembros de la iglesia (y, con ello, al liderazgo) sobre esta base. Sin embargo, la realidad bíblica y práctica es que el deseo y la conducta no pueden separarse. Esta es la razón por la cual Salomón nos instó a nunca descansar cómodamente con las corrupciones en el corazón, sino que instó: "Mantengan su corazón con toda vigilancia, porque de él fluyen las fuentes de la vida" (Proverbios 4:23).

¿Entonces cual es la alternativa? ¿Debemos elegir entre la fidelidad bíblica y la compasión como la de Cristo? La respuesta es No, ¡mil veces, No! Para rechazar esta alternativa, debemos apreciar a las Iglesias Presbiterianas de América (Presbyterian Church of América – PCA) que buscan ministrar a la comunidad homosexual mientras mantienen el matrimonio y el comportamiento sexual bíblico. El problema de ellos es que afirman que la AMS es una categoría cristiana, "gay en Cristo", esto es tanto bíblicamente inexacta como humanamente irreal. ¿Qué más, entonces?

El ‘qué más’ para el problema homosexual resulta ser igual para cada otro pecado. No conozco a ningún cristiano que afirme una orientación hacia el culto a los ídolos, a la blasfemia, a la violencia, a la pereza, al robo, a la mentira o a la codicia (estoy leyendo los Diez Mandamientos, usted observará). Entonces, ¿por qué deberíamos tomar una posición más positiva hacia el deseo homosexual que cualquier otro deseo pecaminoso, especialmente cuando la Biblia habla con particular estridencia cuando se trata de pecados sexuales contra el orden creado? La respuesta es que por el amor de Dios y al hombre no deberíamos.

Puede leer el resto del artículo del blog siguiendo el siguiente enlace:


[Nota del Editor: Esto fue escrito por Richard P. Phillips y publicado en Reformation 21]

Para los artículos relacionados con el tema de la concupiscencia:



Este artículo traducido se encuentra en el siguiente link:


Traducido por: Guillermo de Lama, pastor de la Iglesia Bautista Reformada de Lima.

Comentario del traductor.- Solamente que pensemos en la trascendencia de este asunto: si se acepta que un ‘cristiano’ puede tener deseos sexuales hacia otra persona del mismo sexo, pero que no es pecado en tanto que se mantenga célibe, y considerarlo bajo la categoría ‘cristiano homosexual’; entonces ¿Qué más sigue? Si un 'cristiano' tiene deseos sexuales hacia un animal ¿deberá crearse la categoría ‘cristiano zoofílico’?; y si tiene deseos sexuales hacia las personas muertas, ¿inventaremos otra categoría llamada ‘cristiano necrofílico’? ; Finalmente la pregunta: ¿Deberían los tales ser aceptados en la membrecía de una iglesia local y candidatos al ministerio y al liderazgo?

martes, 13 de febrero de 2018

Cuatro formas de estafa que utilizan los engañadores espirituales



Por ahí andan engañadores cuyo trabajo consiste en apartar a la gente de los principios de la religión: “os he escrito esto sobre los que os engañan” (1Jn 2:26). Los engañadores son los agentes del diablo, los mayores criminales que existen, los cuales te despojarán de la verdad.

Estos seductores tienen un pico de oro y pueden endosarte mala mercancía; son hábiles engañadores (cf. Ef 4:14). El término griego tiene que ver con los lanzadores de dados, capaces de hacer que estos caigan de la manera que les resulte más ventajosa. Dichos engañadores, pues, son tramposos lanzadores de dados, que pueden de tal manera disimular y falsificar la verdad que estafan a otros y los embaucan con sabiduría de palabras: “con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos” (Ro 16:18). Utilizan frases elegantes y refinadas, y un lenguaje halagador, con los cuales seducen a los más débiles.

Otra de sus habilidades es aparentar una extraordinaria piedad, para que la gente los admire y absorba su doctrina. Parecen hombres santos y celosos, así como inspirados por Dios, y reivindican nuevas revelaciones.

Un tercer fraude de los engañadores consiste en calumniar a los sanos maestros ortodoxos. Querrían eclipsar, como negros vapores que oscurecen la luz del Cielo, a aquellos que son portadores de la verdad. Difamarán a otros para poder ser más admirados ellos mismos. Así, los falsos maestros menospreciaban a Pablo, a fin de que los recibieran a ellos (cf. Ga 4:17)

Y la cuarta estafa de los engañadores consiste en predicar la doctrina de la libertad: como si los hombres estuvieran liberados de la ley moral – tanto de su gobierno como de su maldición – y como si Cristo lo hubiera hecho todo por ellos, no teniendo ellos que hacer nada en absoluto. Así, convierten la doctrina de la libre gracia en una llave para abrir la puerta a toda clase de libertinaje.

(Tomado del “Tratado de Teología” de Thomas Watson)